domingo, 11 de abril de 2010

EL DESBARRANCADERO, FERNANDO VALLEJO (2001)


Cualquier tema sirve a Fernando Vallejo para expresar una opinión lapidaria acerca de Colombia y su gente: desde su madre hasta el presidente y todos sus compatriotas. Incluso los que están afuera de su país reciben las imprecaciones de un tipo que transita con autoridad por su relato, contándonos, sin pudores y siempre en primera persona, una historia que le duele profundamente y que permite a los lectores adentrarnos en la reflexión acerca de la muerte en muchas facetas, desde el SIDA de su hermano hasta el terrorismo coterráneo. De paso nos presenta a sus muchos hermanos e insulta como pocos a su madre, la que con los años sólo sigue aumentando las razones que tanto odio puede despertar en una persona.

Este título, estupendo resumen de la narración presente, es una herida abierta por la que Vallejo sangra todos sus traumas, donde el poder de la crítica se construye en una dialéctica profunda que brilla en cada palabra, en un idioma que nos ubica totalmente en Colombia, como un cronista de su tierra que quisiera que sus compatriotas se den cuenta de cómo construyen (destruyen, en realidad) un país que podría ser tan querible, pero cuya experiencia cotidiana impide ese sentimiento elevado y deseado. Parece que a Vallejo se le acabó la pedagogía constructiva, como si su experiencia nacional y su vida en el extranjero, también odiosa, lo tuvieran ahíto de una emoción como la pus que mana de un país donde ya no cabe la razón sino la fuerza, para su pesar, donde tempranamente nos deja en claro que el sentido común no sirve, porque para eso hace falta escuchar al prójimo, y ese parece ser un ejercicio olvidado en Colombia desde hace años. Como la insoportable vecina que vive frente a su casa.

Sin embargo, es necesario, bueno y humano el espacio de total entrega y amor hacia su hermano moribundo; en medio de todo ese desorden y negligencia, tanto lector como escritor agradecen el espacio de fidelidad que expresa hacia un ser humano que vivió y murió como colombiano, porque el SIDA es una enfermedad nacida del odio, del mal amor, de vicios que están presentes siempre.

Una vez más, leer a Vallejo es conocerlo a él mismo, quien se desnuda sin pudores frente al lector, asumiendo que lo suyo es una experiencia fuerte, sin contemplaciones, tal como su país, lamentablemente.

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